Guía de lectura: libros para adentrarse en el mundo
Cuando entré a estudiar periodismo lo hice porque tenía mucha curiosidad. Había tantas cosas por saber y por conocer, aunque era imposible alcanzarlas todas, creía que el periodismo me daría una manera de acercarme sin que tuvieran que ser mías. Ahora miro con ternura mi ingenuidad al creer que algo así podía ocurrir.
Entrar en contacto con la lectura
“O te toca. O no te toca”. Eso respondió Clarice Lispector cuando Julio Lerner, el conductor del programa de televisión brasileño Panorama (1977), le preguntó sobre la conexión de su literatura con los lectores más jóvenes: “Supongo que entenderme no es una cuestión de inteligencia, sino de sentir, de entrar en contacto (...) Yo sé que antes nadie me entendía y ahora me entienden”. Sobre esa capacidad de comprensión, el periodista insiste y ella, hasta el hartazgo, dice no entender qué cambió en las personas que antes no la entendían y ahora parecían hacerlo.
Mi personaje de papel: Xelsoi
Corren rumores de que Brad se deja cortar mientras culea, que consume drogas hasta quedar inconsciente y después permite que lo violen. Rumores más extremos hablan de que Brad dejó que le abrieran el estómago, sujetaran su piel con pinzas, y que otros se masturbaran sobre él. Otros dicen que un cliente millonario se enamoró de él, se lo llevó a su casa, y ahora es su proxeneta.
Leer también es salvar(se)
Aprendí a leer gracias a mi mamá. Historiadora, siempre estaba con un libro en sus manos, repasando la historia contemporánea de Brasil, los análisis de los procesos democráticos en Latinoamérica o los ensayos sobre la imagen de la mujer en la publicidad.
Hábitos lectores: En Chile, al 82% le gustaría leer más
Como lectora, leer libros físicos se me presenta como un movimiento muy natural, integrado a la vida como la biblioteca personal y la librería favorita. Sin embargo, quienes leemos regularmente más de 4 libros al año somos una minoría.
Leerle a mis hijos no sirvió para convertirlos en lectores
Tengo dos hijos, hoy altos y hediondos, pero cada noche, cuando aún eran pequeños y fragantes, solía leerles un cuento al momento de acostarse. Después de lavarles los dientes y ayudarlos con el pijama, acomodábamos bien los cojines, elegíamos los peluches que nos acompañarían en la lectura y abríamos un libro ilustrado —de Oliver Jeffers, Micaela Chirif u Oscar Wilde— con el que daríamos por cerrado el día.