Ariana Harwicz: “El imperativo de lo políticamente correcto no ha muerto”
“Si no te deja tranquilo Martin Scorsese, ¿quién puede hacerlo en este mundo?”, se pregunta la escritora argentina Ariana Harwicz (1977). Así responde ante la inquietud de por qué la adaptación de su primera novela, la inquietante Matate, amor, publicada el 2012, no terminara en las manos de Netflix, plataforma que quizo comprar los derechos, y sí en las del autor de Taxi Driver, quien leyó el libro en su club de lectura, le fascinó y decidió producir una película basada en él.
Tres lecturas para acompañar The Mastermind
Hay algo hipnótico en los robos de arte. Aunque sabemos que detrás de ellos se mueven redes de dinero y millonarios ambiciosos, seguimos sintiendo fascinación cuando una obra desaparece de un museo. Tal vez sea porque esas piezas —elevadas por la sociedad al rango de tesoros intocables— representan algo más que su valor económico: son símbolos de belleza, historia y memoria compartida. Cuando alguien logra sustraerlas, desafía no solo a la ley, sino a una jerarquía cultural que decide qué merece ser protegido y qué no.
Por qué elijo la noche para leer
Leer es la actividad con la que culmino la mayoría de mis días. Tengo en el dormitorio una repisa con los libros que quiero leer en el corto plazo, un criterio solicitado por mi pareja, luego de que la repisa colapsara por el exceso de títulos. Veo la veintena de publicaciones ordenadas; la mayoría acompañarán mi latencia, y los desvelos ya controlados, pero que a veces se activan por un maullido de mi gata engrifada, o un grito que llega a mis oídos desde la calle, no logro ver ni reconocer desde dónde.
El ángel que toma mi mano
Siempre había soñado con estar en una playa como esta, como las que salen en las películas de cine arte. Cuando veíamos una con Gustavo, me decía: “nunca pasa nada en estas películas”. Claro, a él le gustan esas con pura sangre y disparos.
7 cuentos de terror animal. Una reseña sobre “Bestiario del miedo”
No siempre le tuve miedo a los perros. De hecho, mi primera mascota fue una perrita: Wanda, una boxer preciosa con demasiada energía, el pecho blanco, el pelaje café y una colita casi inexistente. La Wanda nunca me dio susto, me provocaban un poco de asco su baba y sus lagañas, pero nada cercano al temor. Vivió muy poco porque le dio cáncer, y su muerte a mis 12 años marcó un antes y un después en lo que entendía como —la vida—, —estar viva—, —vivir—.
El terror según Stephen King
Hablar del terror contemporáneo implica necesariamente hablar de Stephen King. Su aporte no reside solo en el éxito editorial o la abundancia de títulos, sino en haber redefinido el género en códigos actuales. Desplazó el miedo de los castillos góticos y los monstruos ancestrales hacia los espacios comunes de la vida moderna: una escuela, una carretera, un hogar cualquiera. Con ese gesto, hizo del terror un espejo de la sociedad norteamericana y, al mismo tiempo, un fenómeno de masas.