7 cuentos de terror animal. Una reseña sobre “Bestiario del miedo”
No siempre le tuve miedo a los perros. De hecho, mi primera mascota fue una perrita: Wanda, una boxer preciosa con demasiada energía, el pecho blanco, el pelaje café y una colita casi inexistente. La Wanda nunca me dio susto, me provocaban un poco de asco su baba y sus lagañas, pero nada cercano al temor. Vivió muy poco porque le dio cáncer, y su muerte a mis 12 años marcó un antes y un después en lo que entendía como —la vida—, —estar viva—, —vivir—.
      
      La literatura infantil primero
Lo primero que marqué en Google Maps fue la 国際子ども図書館 (Kokusai Kodomo Toshokan) – Biblioteca Internacional de Literatura Infantil, rama de la Biblioteca Nacional de Japón dedicada exclusivamente a libros infantiles y juveniles. Era incapaz de creer que en unos meses estaría cruzando el Parque Ueno para llegar ahí y me era inimaginable lo crucial que iba a ser esa visita al momento de decidir qué quería hacer en mi futuro próximo.
      
      Un pequeño homenaje a nuestra reina, Isabel Allende
Por una extraña razón, durante años los ejemplares de Isabel Allende quedaron relegados al fondo de mi librero. Yo crecía y, poco a poco, sus historias se fueron transformando en un placer culpable: presentes en mi memoria, pero ausentes en mi voz. Mientras tanto, veía cómo la escritora de mi adolescencia conquistaba, una y otra vez, las listas de best sellers mundiales. Su popularidad me hizo sentir que sus libros eran algo banal, y hoy lamento profundamente esa actitud. Como ella misma dijo en una entrevista: “ser mujer y tener éxito, eso no lo perdonan”. Creo que, inconscientemente, yo también fui parte de esa falta de perdón.
      
      ¿Debe el Estado apoyar a los escritores?
Este año he regresado a la inestabilidad laboral, teniendo que escribir y reescribir mi currículum para postular a distintos trabajos. Redactar tu trayectoria es todo un viaje existencial.
      
      ¿Lector o posero? Ideas sobre la lectura performativa
En las últimas semanas me han llegado y aparecido muchos artículos o posteos que hablan de la “lectura performativa” —performative reading—, un nuevo concepto, como si faltaran más, que define a quienes andan con libros en público pero no necesariamente para leerlos, sino más bien para mostrar que los están leyendo.
      
      Lectura electrónica: lo que gané y lo que perdí cuando adquirí una Kindle
Crecí en una casa de personas lectoras pero de pocos libros. Supongo que siempre tuve la noción de que eran caros, y de que no había espacio para ellos. Para poder estar cerca de los libros, me inscribí a los 6 años en la biblioteca del colegio, a los 13 en Bibliometro. A los 19 en la Biblioteca de Santiago, y a los 20 en la Biblioteca Nacional. El acceso al mundo de la lectura ya estaba logrado, pero quería tenerlos, una casa del futuro de paredes cubiertas de libros, una selección a partir de la cual se pudiera interpretar mi identidad.