Un pequeño homenaje a nuestra reina, Isabel Allende
Por una extraña razón, durante años los ejemplares de Isabel Allende quedaron relegados al fondo de mi librero. Yo crecía y, poco a poco, sus historias se fueron transformando en un placer culpable: presentes en mi memoria, pero ausentes en mi voz. Mientras tanto, veía cómo la escritora de mi adolescencia conquistaba, una y otra vez, las listas de best sellers mundiales.
Su popularidad me hizo sentir que sus libros eran algo banal, y hoy lamento profundamente esa actitud. Como ella misma dijo en una entrevista: “ser mujer y tener éxito, eso no lo perdonan”. Creo que, inconscientemente, yo también fui parte de esa falta de perdón.
Por muchos años, esta gran autora habitó mi pequeña repisa de madera, donde se mezclaban mis últimos juguetes con mis primeros libros: La casa de los espíritus (1982), De amor y de sombra (1984), Paula (1994), Hija de la fortuna (1998), Retrato en sepia (2000), La ciudad de las bestias (2002), El Zorro (2005), Inés del alma mía (2006), solo por nombrar algunos de los tantos que escribió. Todos ellos fueron para mí el portal —mi único portal— hacia la literatura.
Fueron los primeros libros que compré por iniciativa propia, los que pedí como regalo en Navidad o cumpleaños, y los que devoraba con verdadera hambre.
Sus relatos de amor, de coraje y de dramas humanos me abrieron mundos insospechados. Me cautivaba la valentía del Zorro, siempre dispuesto a hacer justicia por su pueblo, o la historia de Inés de Suárez, arrastrada a la guerra por amor. Eran leyendas que atrapaban a lectores como yo, necesitados de una historia con qué soñar. Gracias a Isabel Allende aprendí a imaginar realidades distintas, a poblar mi mente de vidas posibles y a soñar sin miedo. Hasta los 18 años, sus libros nutrieron mis relatos y expandieron los límites de mi pensamiento. Por eso, le debo mi más profunda gratitud.
Tras ver la serie biográfica dirigida por Rodrigo Bazaes y protagonizada por Daniela Ramírez, y actualmente la noticia sobre el estreno de la de la serie chilena “La casa de los espíritus” de Francisca Alegría, Fernanda Urrejola y Andrés Wood, recordé esa deuda. Una deuda que, estoy convencida, no es solo mía, sino también de Chile. Porque este país aún no ha sabido reconocerla como corresponde. No sé si por ser mujer, por ser exitosa, o por ambas razones.
Pero lo cierto es que Isabel Allende no ha recibido aquí el homenaje que merece: no solo por su prolífica trayectoria o por su prestigio internacional, sino por el impacto real de sus obras en la vida de miles de chilenas y chilenos que, como yo, encontraron en sus páginas el primer contacto con la literatura.
En un país donde leer sigue siendo un privilegio negado a la mayoría, Allende nos regaló relatos capaces de iluminar la oscuridad de la ignorancia y de la carencia. Su legado está en haber llenado de historias nuestras vidas, en mostrarnos que incluso en medio de la miseria siempre es posible soñar.
Larga vida a nuestra reina.
Daniela Cea-Sáez (Santiago, 1989). Geógrafa, magíster en Hábitat Residencial del Instituto de la Vivienda y actualmente Dra.(c) en Territorio, Espacio y Sociedad de la Universidad de Chile. Investiga la construcción de hogar de mujeres, memorias, resistencias, allegamiento y hospitalidades. También los diálogos posibles entre la literatura, territorio, collage y geografía.