Aprender gramática a los cuarenta
Se supone que todos tenemos la habilidad de discernir si una oración es correcta o incorrecta, si está bien o mal aplicada, sin la necesidad de recordar las reglas gramaticales que aprendimos en el colegio. Se supone. Pero hay gente que lleva esa intuición más allá.
Camila Sosa Villada es una de esas personas.
La escritora argentina tiene cuarenta años y recién ahora –después de publicar Las malas, El viaje inútil, Soy una tonta por quererte, La novia de Sandro y Tesis sobre una domesticación, después de arrastrarnos con su prosa y quemarnos con sus frases– empezó a tomar clases de gramática. Dice que quiere saber qué tiene entre manos; nombrar los recursos y descansar de la intuición gramatical.
En La traición de mi lengua (TusQuets, 2025), Camila articula el lenguaje como un arma de doble filo, que puede devenir tanto en verdad como en engaño. Y en ese juego, nos atrapa.
La leo. “(Quiero) poder pintar escenas ausentes, sabiendo que en la vida no existen las elipsis”. La leo y retrocedo. Porque Camila Sosa Villada invita a releer, a entender cómo llegó a decir eso así. Cómo las palabras llegaron a ella, con su ritmo, su herida, su filo.
“Escribir limpiamente, higiénicamente, honestamente, escribir libros como una luz en el apocalipsis, me resulta repugnante”, dice sin tapujos. Y me pregunto: ¿Quién decide qué es una buena oración? ¿Qué voces quedan fuera cuando escribimos como se debe? ¿Qué pierde o qué gana una escritora cuando deja de lado su intuición? ¿Cómo suena una lengua que no quiere agradar? ¿Qué pasa cuando nos escapamos de la corrección?
Camila Sosa Villada no escribe para gustar y justamente por eso gusta, y deja marca. “Yo quiero esos libros que te dejan mal un mes o una semana, que te perturban a un punto muy alto por el tipo de lenguaje que usan, por la complejidad con la que se aborda un tema o porque el tema en sí mismo es muy fuerte”. Es una invitación a ver una obra y protestar, levantarse de la butaca, querer irse y, aun así, quedarse. Volver a sentarse. Leer y retroceder.
A lo largo de su libro, la autora dice que escribe a los golpes, que lleva una noche consigo, que su escritura es como una loba escondida muy cerca de una fogata, y que quiere quedarse incrustada como una espina que se infecta. No hay en su prosa una voluntad de limpiar, de calmar, de hacer pasar. Hay, en cambio, un deseo profundo de quedarse. De molestar.
Pero, como todo deseo, también hay un límite, y ella lo sabe. Quizás por
ese motivo, después de intentar dominar el español, se produce el quiebre.
“La libertad es esa: prescindir de la gramática, de la sintaxis”.
Camila no escribe como se debe, sino cómo se siente. En su traición a la lengua materna, escolar, normativa, se halla una forma profunda de encontrar otra, una lengua propia más feroz, más rota y, por lo mismo, más viva.
“Pienso que no leo libros. Que los libros me leen a mí. Los libros dentados, los libros inesperados, los libros que una quisiera escribir”. Y ahora, después de leerla —y releerla—, yo también quiero escribir a los golpes.
Amanda Marton Ramaciotti (São Paulo, 1993). Periodista
y profesora universitaria. Jefa de redacción de la revista Anfibia Chile. Autora del libro “No quería parecerme a ti - vivir con una madre con esquizofrenia”.