El universo literario de: Días Perfectos
PRESENTADO POR MUBI
Hirayama sonríe al cielo, se queda quieto observando la luz del sol que se filtra a través
de las hojas de los árboles.
Toma una fotografía con una cámara análoga, se detiene un momento en ese instante y luego sigue comiendo su sándwich para el almuerzo. Al terminar su trabajo limpiando baños, vuelve a casa en su furgoneta escuchando casetes de música americana de los 70s, para llegar a recostarse en su tatami a disfrutar de la lectura de Faulkner.
En Días Perfectos, Wim Wenders construye un universo delicado,
minimalista pero lleno de detalles sensoriales y artísticos,
donde la literatura no es un adorno.
A lo largo del filme, aparecen varios libros que su protagonista compra en una librería de viejo y que lee tanto en casa como durante sus descansos en el trabajo. Los libros se filtran en la vida silenciosa y meticulosa de Hirayama y se convierten en una forma de reflexión y disfrute, en un refugio y una expresión íntima. Sus lecturas no funcionan como simple estética, sino como reflejo de un mundo interior donde la sensibilidad se inclina por la contemplación serena antes que por la urgencia y el ruido.
La existencia de Hirayama, sencilla y despojada, evoca la espiritualidad contemplativa presente en ciertas corrientes literarias, donde lo mínimo —la luz filtrándose entre las hojas, una melodía saliendo de una radio antigua, el esmero en cuidar un jardín— se vuelve materia de relato. La película avanza como una novela, compuesta de imágenes y gestos. Wenders convierte cada rutina en un capítulo sin palabras y cada pausa en un momento de lectura íntima, como si el filme estuviera escrito con la cadencia serena de una prosa poética.
En Libra, hicimos una guía de lectura no solo de los libros que habitan esta película, sino también aquellos que respiran en el mismo universo literario de Días Perfectos.
1. Las palmeras salvajes
de William Faulkner
Hirayama lee cada noche Las palmeras salvajes de William Faulkner, escritor estadounidense y Premio Nobel de Literatura, reconocido por su mirada profunda a la condición humana y por su estilo narrativo innovador. La novela, con sus dos relatos contrastantes —una historia de amor con final trágico y otra sobre rescate y esperanza frente a la muerte— resuena con la vida del protagonista: una rutina aparentemente repetitiva que, bajo su mirada atenta, revela los claroscuros de la existencia, la coexistencia de lo frágil y lo poderoso, lo cotidiano y lo trascendente.
“Sabía que alguna vez tendría que levantarse, así como toda vida consiste en tener que levantarse tarde o temprano y luego tener que volver a acostarse, tarde o temprano, al cabo de un tiempo. Y no estaba exactamente exhausto ni particularmente desesperado y no temía especialmente levantarse. Simplemente le parecía que se había visto atrapado accidentalmente en una situación en la que el tiempo y el entorno, no él mismo, estaban hipnotizados; una corriente de agua que no iba a ninguna parte jugaba con él, bajo un día que no declinaría hacia la noche; cuando terminara con él, lo arrojaría de regreso al mundo por lo menos seguro del que había sido arrebatado violentamente y, mientras tanto, no importaba mucho lo que hiciera o dejara de hacer”.
2 . Once de Patricia Highsmith
La sobrina de Hirayama toma este libro de su biblioteca y, al leerlo, comenta que se siente identificada con un personaje llamado Viktor. Esto no sale en la película, pero en el relato es un niño que mantiene una relación conflictiva, tensa y abusiva con su madre. Once, la colección de cuentos a la que pertenece este relato, es obra de Patricia Highsmith, autora también de dos célebres novelas adaptadas al cine: Carol y El talentoso Sr. Ripley. Su literatura, marcada por atmósferas inquietantes y oscuras, ofrece un contraste notable con la luminosidad y serenidad que domina la película.
3 . Árbol de Aya Koda
“Ella merece más reconocimiento”, le dice la librera al protagonista acerca de la autora japonesa. Árbol, es una novela semi-autobiográfica que, a través de ensayos interconectados, narra la vida de una mujer que recuerda su infancia rural y su vínculo profundo con la naturaleza. Entre pérdidas familiares, dificultades urbanas y presiones sociales, encuentra en los árboles un símbolo de resiliencia, belleza y conexión espiritual, muy en el mood del protagonista de la película. “Ella usa las mismas palabras que nosotros, pero lo hace de otra manera”, le dice la librera. Lamentablemente no encontramos este libro aún traducido al español.
4. Elogio de la sombra de Jun'ichiro Tanizaki
Aunque el ensayo no aparece de forma explícita en la película, su esencia impregna la estética de todo el film. Wim Wenders recoge de la cultura japonesa ese aprecio por la penumbra sutil, lo tenue y lo silencioso, elementos que se perciben en cada plano: en la atención a los baños públicos, en la luz que se filtra, en la atmósfera casi meditativa que envuelve a Hirayama. La mirada hacia las sombras y la belleza delicada de lo mínimo, tal como la describe Tanizaki, modela tanto la construcción visual de la obra como la experiencia emocional del protagonista, elevando lo cotidiano a un plano casi místico.
“Algunos dirán que la falaz belleza creada por la penumbra no es la belleza auténtica. Nosotros los orientales creamos belleza haciendo nacer sombras en lugares que en sí mismos son insignificantes. Nuestro pensamiento, en definitiva, procede análogamente: creo que lo bello no es una sustancia en sí sino tan sólo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros producido por yuxtaposición de diferentes sustancias. Así como una piedra fosforescente, colocada en la oscuridad, emite una irradiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra”.