
Cuando no podía hablar, un libro me salvó
Cuando tenía un poco más de tres años, me diagnosticaron un trastorno ansioso: mutismo selectivo. No podía hablarle a nadie que no fuera mi madre, mis dos hermanas y mi abuela, a quien, a veces, tampoco le dirigía demasiadas palabras.

Leer es un privilegio de clases
El velador de mi madre, el velador de mi abuela y el de su madre siempre tuvieron un libro ocupando espacio entre sus pertenencias. De reyes, fantasías, autores nacionales o historias que la librería o biblioteca de la comuna destacaba. Desde muy niña tuve el ejemplo de mi madre, ella de su madre y mi abuela el de la suya; leer era algo que “se hacía”. Ellas me mostraron que era un hábito y una costumbre dentro de la casa. Como lavarse los dientes. Aunque las razones no las entendí hasta mucho después, yo las imité.