En contra (y a favor) de los bestsellers
Nunca me gustaron los bestsellers. Hay algo en la manera en que son escritos que no me convence. Mucha cursilería, mucho recurso fácil, mucho blablá y poco sustento. La forma como simplifican fenómenos complejos –desde el amor, pasando por la violencia, las familias, la salud mental– me estresa.
Fue algo que decreté de niña. Cuando iba a una librería y veía la palabra bestseller en la portada de un libro decidía que ese no. Hay tanta obra maravillosa, sabemos que vamos a pasar por este mundo sin poder leer todo lo que quisiéramos, ¿por qué habríamos de hacerlo con algo que no nos gusta? Y sin embargo…
Sin embargo la vida se encarga de mostrarnos otra cara. Una más humilde.
En mi caso, fue en octubre de 2023. La muerte de una persona amada me sumió en una tristeza tan profunda que no lograba leer nada. Es algo extraño en mí. Todos los días leo, aunque sean unas cuantas páginas. Pero no en ese momento. El duelo es algo raro y nos impacta de formas inesperadas.
Intenté dejar de evadirlo leyendo sobre el duelo mismo. No me resultó. Intenté distraerme con alguno de mis libros favoritos. Tampoco. Historietas, menos.
Hasta que un día pasé por una librería del centro, entré y le pedí al librero que me recomendara un bestseller. “Por algo son superventas”, recuerdo que pensé.
En tiempos de sequía de lectura, el relato me atrapó. Lo leí completo, el primer libro de inicio a fin desde que había comenzado mi duelo. Terminé de leerlo en un avión, entre lágrimas. Me sentí tan agradecida, que decidí dejar el libro ahí mismo, como un regalo para el siguiente pasajero.
No recuerdo su título, ni su trama. Pero recuerdo esa sensación de gratitud.
Algo similar me pasó este año, cuando –por contextos muy diferentes, pero igual de emotivos–, tampoco lograba leer. Coincidencia o no, llegó a mis manos la última publicación de Colleen Hoover, Primer amor. Hay un no sé qué en su inocencia, en la descripción de los besos, en la facilidad con la que trata temas difíciles que, de esta vez, no me estresó: más bien me liberó.
Quizás es eso lo que quiere decir el escritor y periodista mexicano Juan Villoro cuando dice que leer malos libros beneficia a quien, “habiendo aquilatado complejas formas del placer, de pronto necesita los inciertos placeres de una obra menor”.
No sé si placer es la palabra. Quizás sea liberación. En una vida que a ratos se hace muy ardua, vale la pena creer, por un momento, que las cosas pueden resolverse de manera más fácil, sin darle tantas vueltas. Y para eso los bestsellers, debo reconocerlo, vienen muy bien.
Amanda Marton Ramaciotti (São Paulo, 1993). Periodista
y profesora universitaria. Jefa de redacción de la revista Anfibia Chile. Autora del libro “No quería parecerme a ti - vivir con una madre con esquizofrenia”.