Ariana Harwicz: “El imperativo de lo políticamente correcto no ha muerto”
“Si no te deja tranquilo Martin Scorsese, ¿quién puede hacerlo en este mundo?”, se pregunta la escritora argentina Ariana Harwicz (1977). Así responde ante la inquietud de por qué la adaptación de su primera novela, la inquietante Matate, amor, publicada el 2012, no terminara en las manos de Netflix, plataforma que quizo comprar los derechos, y sí en las del autor de Taxi Driver, quien leyó el libro en su club de lectura, le fascinó y decidió producir una película basada en él.
¿Lector o posero? Ideas sobre la lectura performativa
En las últimas semanas me han llegado y aparecido muchos artículos o posteos que hablan de la “lectura performativa” —performative reading—, un nuevo concepto, como si faltaran más, que define a quienes andan con libros en público pero no necesariamente para leerlos, sino más bien para mostrar que los están leyendo.
Amalia Ulman “Leer en español me da un placer inimaginable”.
La tranquilidad con la que habla Amalia Ulman (1989) desde su departamento neoyorquino no coincide con su imparable productividad: en los últimos trece años ha montado más de veinte muestras de artes visuales —en galerías de Europa, Estados Unidos y China—, escrito un buen puñado de ensayos, también un par de cuentos, publicado dos libros y, lo que la tiene más cerca de algo parecido a la fama, hecho dos películas completamente suyas.
Cristóbal Briceño: “La lectura, junto con hacer caca, es la actividad más íntima que hay”
Cuando ocurre esta conversación, Cristóbal Briceño se acaba de cambiar de casa. De una cabaña de madera en los cerros de Limache, a la que se llegaba por un camino de tierra, el cantante y compositor de Ases Falsos, Fother Muckers y Los Mil Jinetes se fue, junto a su hija María y su pareja Valeria, a un condominio casi nuevo de blancas viviendas de concreto, llenas de ángulos rectos, muy cerca del centro de esa ciudad.
Silencio, por favor
De niño le temía, en mi juventud lo despreciaba, pero ahora, mañoso y terco, me volví un adicto al silencio.
Leerle a mis hijos no sirvió para convertirlos en lectores
Tengo dos hijos, hoy altos y hediondos, pero cada noche, cuando aún eran pequeños y fragantes, solía leerles un cuento al momento de acostarse. Después de lavarles los dientes y ayudarlos con el pijama, acomodábamos bien los cojines, elegíamos los peluches que nos acompañarían en la lectura y abríamos un libro ilustrado —de Oliver Jeffers, Micaela Chirif u Oscar Wilde— con el que daríamos por cerrado el día.